Veo a toda la prensa con consignas claras, no soy capaz de ver un telediario sin ver una burda manipulación, en lo que se muestra y en lo que no, en los términos usados, nunca en mi vida he visto manipulaciones tan burdas en los informativos, en todos. Veo fascistas, de los de verdad, no fascistas en plan insulto, sino fascistas de verdad, de los que se dedican a menudo a salir «de caza» (agredir a homosexuales, mendigos, migrantes, etc.), ahora haciendo exhibiciones de odio y exaltación de los periodos más oscuros de nuestra historia mientras los medios hablan de ellos como «manifestantes con banderas de España».
Los medios repiten el mantra del «estado de derecho» mientras usan las leyes, la fiscalía y la policía a su antojo. Retuercen la ley para censurar webs, se saltan el estatuto catalán para militarizar Cataluña, interpretan el artículo 155 al gusto o se usan unos autos judiciales carentes de coherencia jurídica como si fuesen textos sagrados e incuestionables de inspiración divina.
Pero lo que más me asusta y lo que al final permite que un estado se pueda comportar de esta manera son mis vecinos, amigos, familiares y conocidos que se tragan la visión más reaccionaria y anti-catalata sin cuestionarla, se tragan lo de una minoría de catalanes oprimiendo a quien hable o se sienta español, se tragan lo del adoctrinamiento en tv3 y en las escuelas sin cuestionarse ni un momento si la información que ellos reciben (y repiten) es objetiva, se creen eso tan loco del «referéndum ilegal» (solo es ilegal lo que está expresamente prohibido) o lo de la Guardia Civil, ese mantra de que la Guardia Civil solo está cumpliendo órdenes judiciales, y decir lo contrario te convierte en un radical, antisistema, y diez mil etiquetas más, pero realizar esas mismas acusaciones contra los Mossos es lo que se espera de un ciudadano de orden.
Realmente me asusta gente que conozco y que en redes sociales reacciona ante mis posts repitiendo lo que ven en la tele sin cuestionarse lo más mínimo la versión oficial, sin hacer un esfuerzo por tener una idea propia, sea cual sea, pero propia, y me asusta más cuando se trata de personas jóvenes y con suficiente capacidad para informarse por medios alternativos a los medios de masas.
En cierta manera se ha generado un clima de guerra, donde la población de cada bando considera que su nación tiene razón y que los otros son los malos. La situación es alarmante ya que comenzamos a hacer realidad citas que se hicieron en «tiempos de guerra, como la que dijo el senador estadounidense Hiram Johnson durante la Primera Guerra Mundial, «La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad» o Erich Hartman (Segunda Guerra Mundial) que dijo que una guerra «no es más que un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan».
Y yo, iluso, que creía que gracias a que Internet nos ofrece la posibilidad de acceder a medios de comunicación de todo el mundo, incluso la posibilidad de comunicar sin necesidad del permiso de un medio de comunicación, como hago yo ahora mismo, evita la manipulación que habitualmente han ejercido los estado totalitarios.
Porque aparte del control de los medios de comunicación, con internet o sin él, este grado de manipulación solo es posible con la colaboración de una gran cantidad de personas que no solo repiten la versión oficial sino que además se encargan de criminalizar, marginar y castigar, con distinto grado de intensidad, a las personas que no compartimos la versión oficial y además lo decimos.
Lo triste es que es muy probable que estas personas terminen sufriendo más adelante la represión gracias a haber estado ahora en silencio, o incluso alentándolo.