Este texto trata de ser una herramienta para el debate sobre el proceso constituyente, siendo un texto subjetivo y personal creo que analiza los distintos aspectos de un proceso constituyente y es útil para profundizar.
El debate sobre la necesidad de un proceso constituyente ya está presente en nuestra sociedad, que en los últimos años ha sufrido una crisis no solo económica sino también de las instituciones, con un punto de inflexión el 15 de Mayo de 2011, la crisis económica ha agravado el rechazo de los ciudadnos a las instituciones, rechazo que ya era preocupante antes del 15m, donde los políticos ya tenían un gran descrédito.
A partir del debate público sobre nuestra democracia que lanzó el 15m se ha ido contagiando la idea de un proceso constituyente.
Muchas de las reivindicaciones que detectamos en las movilizaciones más importantes no son posibles alcanzar individualmente, los recortes en los servicios públicos son generalizados y tienen todos una causa común. Las decisiones políticas que los ciudadanos identifican como agresiones por parte de los dirigentes tienen su origen en un proceso constituyente «desde arriba» que trata de desmantelar el estado del bienestar a favor de intereses económicos y en un estado democrático precario, sin herramientas efectivas de participación directa, unos partidos políticos no democráticos, un sistema electoral que penaliza e insiviliza las minorías y una fuerte pérdida de poder del estado/nación frente a instituciones supranacionales no democráticas. Los casos de corrupción son solo la parte más escandalosa de unas instituciones al servicio de intereses económicos de personas distintas a las que votan.
Lo que se pone de manifiesto para las clases trabajadoras que sufren la recesión y los «ajustes» es que el reparto de las ganancias y esfuerzos no es justo, y no es justo por decisiones concretas que el gobierno toma. Se han disparado las audiencias de programas informativos, la presencia de temas políticos en las redes sociales y la política como tema de conversación en lugares de ocio. No obstante los análisis que hacen los medios de comunicación, las clases populares y los movimientos sociales sobre la estructura del estado son aun demasiado simplistas y sin produndizar demasiado.
En este escenario es importante profundizar sobre los conceptos de representación, democracia, transparencia, liderazgo, partidos políticos, etc., actualmente predomina el rechazo al estado actual de las cosas, la crítica y rechazo a quienes nos gobiernan y quienes nos han gobiernado, pero el debate público aún no ha llegado a tocar las posibles alternativas de cambio.
El estado de malestar e indignación provocado por la estafa financiera global y la crisis de las instituciones genera un caldo de cultivo ideal para opciones populistas, es decir, propuesta políticas de maquillaje que ante la apariencia de un cambio, y usando el mismo lenguage que los movimientos con un carácter más transformador, proponga un cambio estructural que no ponga en peligro a los verdaderos privilegiados, que más allá de los políticos son una clase empresarial que se intercambia favores y grandes multinacionales (no solo bancos) que impiden cualquier tipo de legislación que les pueda perjudicar sus negocios.
Ante un proceso constituyente hay que ser conscientes de que el resultado depende principalmente de tres factores, el proceso en sí, los temas/ejes que más acaparen el debate público y la correlación de fuerzas.
Los temas/ejes
Cuando hablamos de proceso constituyente, en según que entornos, los temas que más interesan son muy dispares. Los partidos políticos actuales, de manera muy conservadora, apuntan a algunos cambios constitucionales menores, compatibles con un posible pacto PP-PSOE de reforma constitucional, que incluye «apaños» en la ley electoral, financiación autonómica, estructura territorial, algo de transparencia y como mucho cambio o reforma de determinadas instituciones (órganos judiciales, defensor del ciudadano, tribuna de cuentas, etc.) y sobre la estructura territorial. En general «el sistema» tratará de hacer cambios que mantenga los privilegios y poder de influencia de la oligarquía económica sacrificándose las cuestiones más simbólicos (monarquía, religión, etc.)
Más allá del plano institucional existe un deseo político/social creciente sobre limitar el poder del modelo representativo, con herramientas de revocación y participación como mínimo con ILPs convertibles en referendums vinculantes sin poder de veto por parte de los representantes electos. En general se detecta un agotamiento de la democracia representativa y una necesidad de herramientas de paticipación directa y de control de los representantes.
Tenemos una oportunidad para implantar una transparencia radical en las cuentas públicas y actividad política solo limitada por los derechos a la privacidad de las personas y por las posibilidades técnicas. Esta transparencia y esta información es además necesaria para la participación directa de los ciudandas en las decisiones políticas y para evaluar la gestión de los recursos públicos.
Las nuevas tecnologías abren nuevas posibilidades para democratizar más la toma de decisiones política y supervisión pública y sería una oportunidar tener este aspecto en cuenta transversalmente. Un proceso constityente en un estado formalmente democrático supone un reto más interesante y permite una mayor innovación.
Según el contexto cada sensibilidad cuando habla de proceso constituyente se suele centrar/motivar en una parte de los temas, tienen mayor protagonismos los referentes a las estructura y organización del estado que aquellos aspectos que puedan servir para mejorar las condiciones de vida real de las personas, la defensa de los derechos humanos y los derechos sociales, como simple enumeración estos temas a mi modo de ver serían:
– Lo relativo a los impuestos y el tratamiento fiscal de las grandes fortunas y empresas, los paraisos fiscales, el sistema bancaria y la deuda pública.
– Los servicios públicos (sanidad, educación, dependencia, etc.)
– Las protecciones sociales; desempleo, renta básica, dependencia, derechos laborales, etc.
La posibilidad de incluir estos ejes en un nuevo proceso constituyente, o que pasen desapercibidos, dependen de la posibilidad para los distintos actores de poner en el debate público un tema concreto, y de su poder comunicativo para explicar las mejores opciones. El proceso constituyente debe servir no solo para garantizar jurídicamente aquellos derechos que actualmente la constitución no es capaz de garantizar (trabajo digno, sanidad, educación, vivienda, etc.) sino ampliar la carta de derechos sociales.
El proceso
El agotamiento del modelo representativo, sin vias de participación y control efectivo de los ciudadanos sobre los representantes, hace necesario un nuevo modelo de estado que permita una monitorización de la actividad gubernamental, y una participación directa de los ciudadanos en los asuntos públicos.
El proceso constituyente debe reflejar también estos deseos de participación directa, tanto en el modelo de estado resultante del proceso, como en el propio proceso.
Lo habitual en un proceso constituyente es la creación de una asamblea constituyente, que no es más que una cámara representativa (como los son nuestras cortes) elegida mediante un sistema concreto, que genera una constitución que después es llevada a referendum.
El sistema de elección de este parlamento y su tamaño marcará irremediablemente sus resultados. Las propuestas más conservadoras apuestan por los llamados «diputados de distrito» con amplios poderes, mientras que las posiciones más progresistas deben apostar por circuscripciones amplias y parlamentos representativos de la pluralidad social del pais. Frente a las listas de partidos están las posibilidades de listas abiertas y elección por voto único transferible para conformar parlamentos los más representativos posible de la sociedad.
El proceso constituyente no puede realizarse como en el 78, por parte de un grupo de «elegidos» que llegue a un consenso, sobre todo porque el proceso constituyente debe profundizar más en la democracia, superando la democracia representativa.
El proceso constituyente tiene que ser transparente y permeable para la ciudadanía, el estado resultanto de un proceso constituyente serán tan democrático como lo sea el propio proceso. Un proceso constituyente sin poder de influencia por parte de la ciudadanía no serviría para construir un estado más democrático.
Dentro de un estado totalitario, los procesos de liberación se han dividido en lo que se ha simplificado como rupturista/reformista. La mayoría de procesos constituyentes han consistido en una vanguardia que arrebata el poder y una vez con el poder establecer un nuevo modelo de estado o por parte de una negociación entre el poder establecido y los nuevos movimientos políticos, donde el poder negocia unas cesiones para mantener algunos privilegios.
En ambos casos se trata de un proceso poco participativo y centrado principalmente en una lucha por los espacios de poder por parte de las organizaciones políticas.
Un proceso constituyente en una democracia formal permite soluciones rupturistas y participativas que pueden ser puesta en marcha sin necesidad de vanguardias, a través de opciones electorales después de un proceso de convergencia social. Lo realmente complicado es ganar la opiníon pública y construir ese proceso de convergencia.
La correlación de fuerzas
Todo proceso legislativo y de reformas es el resultado de una negociación o enfrentamiento donde ni la ruptura ni la reforma es total, se llegan a unos acuerdos, consensos, cesiones o mayorías sociales, donde los poderosos pueden llegar a ceder para evitar una perdida total de privilegios, o donde los menos favorecidos se dan por satisfechos por determinadas cesiones.
En un hipotético proceso constituyente determinados sectores se organizarán y usarán todas sus armas, para conservar sus privilegios, y atacar toda propuesta que pueda poner en peligro el poder de influiencia de los grandes intereses económicos sobre las decisiones políticos, no solo los bancos, la industria armamentística, compañías eléctricas o telefónicas garantizan su negocio en base a influir sobre las legislaciones y la gestión política.
La capacidad para combatir estas presiones depende del grado de cohesión, organización y capacidad de respuesta e influencia de la ciudadanía en general y de las organizaciones que adquieran protagonismo y capacidad de interlocución para colocar en el debate público estos temas.
Esta capacidad de influencia se puede dar por parte de nuevas organizaciones con vocación constituyente o tras un proceso de convergencia, pero será necesario sensibilizar a la población sobre las estructuras económicas que hacen posible la explotación y desprotección de los ciudadanos frente a grandes intereses económicos. Ninguna vanguardia por mucha razón que tenga, ni aunque recoga deseos del 99% de población, podrá luchar contra los poderosos sin la implicación de una manera u otra de gran parte de la sociedad.
El descrédito de las instituciones y el agotamiento de un modelo institucional, solo garantizará un proceso de transformación institucional, pero no que este cambio ponga realmente en peligro el dominio de las élites financiera sobre los estados y la democracia.
Un proceso constituyente sin una ciudadanía organizada, o al menos activa y altamente crítica, sería aprovechado por opciones populistas, que propongan reformas, muchos incluso de profundo cambio estructural de las instituciones, pero que no ponga en peligro a las élites económicas. Movimientos populistas que haciendo suyas identidades y reivindicaciones del movimiento en nombre de la unidad rechacen cualquier tipo de discurso que ponga en evidencia la desigualdad de los intercambios económicos.
Eso fue al fin y al cabo el fascismo, que surgió para combatir las revoluciones comunistas autoimponiéndose las etiquetas de moda de la época (sindicalismos y socialismo) y buscaron cabezas de turco a quien echarle las culpas y concentar el odio e indignación sin que las clases altas sufran ningún tipo de pérdida de privilegios. No es complicado comprobar como en nuestro entorno están surgiendo este tipo de discursos, tanto dentro de los partidos políticos, como en nuevos partidos políticos y en los medios de comunicación.