Publicado originalmente en https://lareplica.es/la-division-de-roma-relato-ficcion/
Se separó la ciudad en dos. En la zona azul los ciudadanos podían circular libremente, estaban abiertos bares, tiendas, parques y cines. En estos establecimientos trabajaban los ciudadanos de las zonas rojas, que solo podían salir de su respectiva zona para acudir a esos puestos de trabajo; fuera del horario laboral sólo podían permanecer en su zona, donde estaba prohibido acudir a parques, bares y tiendas estaban cerrados, algunas casas de apuestas eran la única oferta de ocio a la que podían acceder. Mientras que los ciudadanos de la zona roja solo podían estar en su zona, los ciudadanos de una zona azul podían moverse libremente entre zonas azules.
La primera división se hizo a raíz de una pandemia que azotó el mundo. Esta ciudad fue de las primeras en sufrir los efectos de la pandemia; se rumoreaba que un estudio censurado afirmaba que la mayoría de contagios se producían en el metro, un ferrocarril subterráneo en el que en aquella época viajaban decenas de personas en un mismo vagón, con solo unos pocos asientos. En las horas de entrada y salida de los trabajos, la mayoría de viajeros debían viajar de pie, con apenas unos centímetros de distancia entre ellos. En aquellos años se usaban unas rudimentarias mascarillas que reducían el radio de distancia sobre el que una persona podía contagiar a otra. Era complicado con estas mascarillas que un camarero o un jardinero de estas zonas pudieran exportar el virus a los clientes mientras trabajaban, pero las condiciones de viaje en estos vagones eran la principal fuente de contagio.
Antes de la pandemia se redujeron la mayoría de los servicios sanitarios, sobre todo en la zonas rojas, que fue la que sufrió las consecuencias del virus con mayor intensidad. El virus se estaba extendido por toda la ciudad. La diferencia no era demasiada; en todas las zonas se contabilizaban decenas de muertes cada semana, el doble o el triple que cualquier otra ciudad del país, pero se puso de excusa la mayor alta incidencia de la pandemia en estas zonas para dividir la ciudad en dos, una próspera y libre, y otra partimentada.
Durante la pandemia se fueron tomando distintas medidas que distanciaron ambas zonas de la ciudad cada vez más: se crearon vagones de metro diferenciados por zona, los vagones rojos iban repletos de personas que los usaban para trabajar, estando casi siempre vacíos menos en los horarios de entrada y salida de los trabajos, donde una avalancha de trabajadores acudían o volvían de sus respectivos puestos de trabajo. Los vagones azules, por contra, iban casi siempre medio vacíos. Cuando se producía una concentración de demasiadas personas en el metro, normalmente debido a jóvenes que acudían a algún concierto o fiesta popular, era un escándalo nacional que ocupaba la primera página de los principales periódicos de todo el país. Sí, a pesar de que ya existía Internet desde hacía décadas, todavía se imprimían periódicos, aunque lo compraban solo personas mayores nostálgicas de otros tiempos.
Tres años después, la humanidad superó esta pandemia, durante estos años se había establecido una legislación laboral y de movilidad que regulaba los permisos de salida de las zonas rojas, con localización GPS (el LPW de ahora), permisos para concentraciones y celebraciones en zonas rojas e incluso el salario mínimo era distinto según vivieras en la zona azul o en la zona roja.
Las dificultades administrativas para derogar todas estas normativas fue la primera razón para continuar con la división varios meses en los que los únicos contagios se habían producido lo sufrieron algunos ciudadanos de la zona azul que venían de viaje (los ciudadanos de la zona roja no podían viajar). Pero también se alababan desde los medios de comunicación las ventajas que producían muchas de estas medidas; muchos locales de ocio pidieron que si se unificaba de nuevo la ciudad, se permitieran locales solo para azules.
La economía mundial se recuperaba espectacularmente. En solo un año el salario medio de la zona azul subió de 2.399 a 6.531 y el de la zona roja de 756 a 1.199, todos los medios coincidían en que eliminar la división sería un desastre económico, por lo que en dos años apenas se eliminó ninguna restricción. Había muchas personas, de ambas zonas, que tenían miedo a perder su empleo, o algún privilegio, por lo que llamaban «el caos de la unificación», una teoría que decía que si una sociedad ordenada, la desordenas, cunde el caos en la sociedad y en la economía. Había pancartas y luminosos con esta frase u otras parecidas, incluso a los que se oponían le llamaban «los del kaos», porque había muchas viviendas vacías en la zona azul y se temían una avalancha de ocupaciones, las televisiones recuperaban documentales sobre casos de ocupación de años anteriores a la división.
Los trabajadores de la zona azul que trabajan en alguna zona roja, sobre todo funcionarios de la administración y policías, tenían un plus en el sueldo, más vacaciones e incluso en caso de un incidente con una persona de la zona roja, tenían presunción de veracidad ya que solo iban a la zona roja a ejercer su función, pudiendo sancionarles si simplemente se tomaban un café en un bar de la zona roja.
Aún así a la mayoría de funcionarios (e incluso policías) les gustaba el modo de vida de la zona roja; pedían esos destinos porque cobraban más, y no era extraño verlos en bares y en fiestas. Muchos incluso tenían sus familiares en la zona roja.
Esta norma que prohibía a los funcionarios hacer algo más que no fuera trabajar en la zona roja solo se usó para perseguir a colaboradores con un grupo clandestino de la zona azul contrarios a la división. Ellos trataban de apoyar a grupos de resistencia dentro de la zona roja, bien con ayuda humanitaria, o protegiendo a perseguidos políticos. Muchos funcionarios que vivían en la zona azul y trabajaban en la zona roja a menudo colaboraban con personas con orden de captura para moverlos de una zona a otra. Si no había pruebas sobre un funcionario de el que se sospechara usaban esta prohibición por motivos sanitarios para sancionarlo.
La sanción más famosa fue la del vicepresidente del gobierno de aquella época. Era una persona molesta, crítico a estas medidas, que se le fotografió en una reunión con un grupo de apoyo vecinal de la zona roja, reunión a la que acudió sin el permiso administrativo correspondiente. Aunque la sanción económica no era un problema para el poder adquisitivo que tenían los políticos en aquella época, los medios de comunicación consiguieron que el presidente del gobierno destituyera a su vicepresidente, y a dos ministras y un ministro afín, estableciendo un nuevo gobierno que aplicaría este modelo exitoso a lo largo y ancho de todo el país.