Últimamente hay noches extrañas, son noches en las que el proceso de quedarme dormido es complicado, esas rutinas que preceden al proceso de meterme en la cama son especialmente extrañas.
Desde que el reloj marca las 23h. comienza mi proceso, tras la cena un postre compartido marca el momento de finalización de mi día. Decía Jose María Calleja que la rutina es el enemigo de la vida, pero el hombre necesita de estas rutinas para sentirrnos seguros, y hay noches en la que echo en falta la rutina del proceso que me lleva a dormir.
Hay noches en las que duermo solo, y no me acostumbro a esta situación, la acepto, pero no dejan de ser extrañas y nunca serán rutinarias. Son noches en las que en muchos casos ni siquiera llego a dormir en la cama y paso la noche en el sofá como si de una penitencia se tratase, como si el sufrimiento fuese una herramienta de reconciliación con uno mismo.
Hay noches en las que ceno de manera extraña, en las que no preparo la cena con la habitual motivación de hacer feliz a otra persona, hay noches en las que me siento extraño, en las que siento que algo me falta, y eres tú.
Porque como bien dice la sabiduría popular, no valoramos lo realmente importante hasta que nos falta, por eso pasar estas noches solo, son una bendición, pues me ayuda a no olvidarme de lo mucho que te quiero.