Una persona que quiero mucho, que valora mucho la moda, se escandaliza cuando ve que unos zapatos puede llegar a valer 3.000 euros ¿qué hace que alguien pague 3.000 euros por unos zapatos? Esta pregunta tiene varias respuestas.
En primer lugar está quien le sobra dinero, quien tiene unas rentas, en la mayoría de las veces ilegítimas, quien va de compras a Londres, están en un tren de vida donde 3.000 euros por unos zapatos no es nada dentro de su mini-mundo.
En segundo lugar están personas que por su profesión deben vestir de determinada manera, modelos, actores, etc., muchas de estas personas incluso van con este tipo de productos «prestados», donde las marcas les prestan ropa y joyas para promocionar sus productos.Y por último está quien realmente hace un esfuerzo económico por adquirir estos productos, tener estos productos les produce una sensación de éxito en la vida. Lamentablemente la sociedad mide el éxito de una persona en función de su capacidad adquisitiva, pero no solo con la ropa, ser capaz de adquirir determinado coche, un casa en determinada zona de la ciudad, el móvil o la televisión son un instrumento para reafirmar nuestro éxito, para colocarnos en un escalafón concreto de una escala social en la que competimos entre nosotros. Determinadas marcas de ropa o coche han entendido muy bien esto, incluso empresas como Apple consiguen vender muchos móviles gracias a que son muy caros (porque los iPhone realmente son caros en relación calidad/precio).
No voy a decir que el dinero no de la felicidad, a mi me haría muy feliz no tener que trabajar, pero lo tengo que hacer porque no tengo dinero, lo que si se que no da la felicidad es un buen coche, un iPhone o unas botas de Armani.
El dinero da la felicidad, lo que no da la felicidad es basar tu éxito vital en una competición social, en colocarte en una escala social superior, donde siempre tendrás gente por encima tuya y gente por debajo, en esa lucha jerárquica a mi no me produce felicidad esa competencia donde para ganar otros muchos tienen que perder.
Ese es el mundo en el que vivimos y al juego a el que jugamos la mayoría de veces inconscientemente, por que si fuéramos conscientes de como competimos y pisoteamos de manera indirecta a multitud de personas para conseguir nuestros objetivos la mayoría no podríamos dormir por la noche.
Esta dinámica llega hasta el momento de la muerte, cuando morimos ocurre algo parecido, en función de nuestro poder adquisitivo escenificamos una muerte acorde a nuestra escala social, distintos tipos de ataúdes, esquelas más o menos grande en el periódico, coronas de flores y para la élite panteones familiares.
Como yo prefiero encontrar la felicidad en otras cosas, en rodearme de gente que me quiere, en superarme a mí mismo y no a los demás, el día de mi funeral que nadie piense que me voy a molestar por tener una ataúd barato, ni me voy a preocupar del tamaño de la esquela o del número de coronas de flores, al contrario, yo igual que no entiendo que alguien se gaste 3.000 euros en unos zapatos, tampoco entiendo que se gasten 3.000 euros en un funeral, es más, comprendo incluso más a quien se gasta los 3.000 euros en unos zapatos.